Nos encontramos en el vestíbulo de un gran edificio de oficinas del oeste de Londres. El gran hall estilo atrio se eleva cuatro plantas, todas acabadas en blanco brillante con detalles en roble. Unas sillas de respaldo alto rodean las relucientes mesas de reuniones negras, sobre cada una de las cuales cuelga una lámpara. A un lado de la planta hay un gran espacio tipo almacén destinado a las empresas pequeñas, donde las startupstecnológicas y de moda teclean en silencio. En el lado opuesto hay un extenso conjunto de escritorios y estudios para negocios más grandes; arriba hay un entresuelo con salas de reuniones. Y a un lado del espacio, ocupando al menos una cuarta parte de la superficie total, hay una yurta.
La yurta, que mide casi 3 metros de alto y está fabricada en mimbre y bambú, es una zona exclusiva donde “no se permite el empleo de tecnología”. En este lugar, los empleados van a oír charlas que ofrecen personalidades de la salud, la cultura y los negocios, a participar en meditaciones guiadas o a practicar yoga siguiendo las instrucciones de un yogui free lance. Esto ocurre en todos y cada uno de los edificios de oficinas de nueva generación que se inauguran en todas las ciudades importantes del mundo. En estos lugares las empresas no son meros espacios de trabajo. En su lugar, comulgan con una cultura específica: la de hacer networking (creación de una red de contactos para compartir información y prestarse ayuda), salir a tomar una copa los viernes, participar en torneos de Mario Kart y, a menudo, participar en un completo programa dedicado al “bienestar del empleado”.
En el distrito financiero de Londres, y especialmente en los alrededores, a medida que nos acercamos a la revalorizada zona de moda de Shoreditch, las clases de yoga en la oficina son la norma. En Estados Unidos, los negocios de yoga y fitnessanuncian sus servicios a clientes grandes y pequeños. Office Yoga (yoga corporativo), de sugerente nombre, que cuenta entre sus clientes con McKinsey, Wells Fargo y el Ministerio de Asuntos Exteriores, precisa lo que ofrece: “Las secuencias están diseñadas para generar claridad mental y eficiencia, así como para aliviar síntomas crónicos provocados por la postura de estar sentado”. Esto supone un beneficio mutuo para las empresas en cuestión, que hoy en día pertenecen principalmente a los ámbitos de las finanzas y la tecnología pero cuyas prácticas se están extendiendo rápidamente a otros sectores: los empleados alivian algunos problemas de salud ocasionados por el trabajo; la empresa obtiene trabajadores más en forma y más comprometidos; y, teóricamente, esos trabajadores hacen proselitismo de la cultura empresarial a otros posibles empleados.
Sin embargo, los programas orientados al “bienestar del empleado”, que actualmente son un elemento básico de la mayoría de los negocios grandes o en expansión, van mucho más allá del yoga. Un vistazo rápido a las páginas web de algunos de los proveedores de bienestar más importantes de Estados Unidos da una idea de los servicios que ofrecen: la mayoría proporciona apoyo psicológico, formación en inteligencia emocional y seminarios sobre economía. El objetivo principal, no obstante, sigue siendo la salud física. Desde la obesidad al cáncer, los negocios dedicados al bienestar del empleado quieren ayudar a los trabajadores a estar en plena forma. Un número cada vez mayor está utilizando métodos de tecnología avanzada para ayudarles a conseguirlo. Kamwell, una empresa que ofrece dichos servicios de bienestar en Londres, es una de las muchas que en sus programas incluye dispositivos tecnológicos portátiles. Kirsten Samuel, director ejecutivo de Kamwell, explica:
“Actualmente, en el puesto de trabajo se emplean dispositivos tecnológicos portátiles de diferente nivel. Hay desde medidores de la actividad física comunes, como Fitbits y Garmins, hasta los de tecnología más avanzada, que miden la variabilidad del ritmo cardíaco, como Firstbeat, que analiza las reacciones al estrés, la capacidad de recuperación y la actividad física comparando los momentos en que una persona está despierta, viajando, bebiendo alcohol o haciendo ejercicio y los efectos que producen en su cuerpo. Asimismo, también hay tecnología que analiza los datos biométricos. Esta emplea el entrenamiento y la automonitorización para comparar los indicadores corporales de una persona que coinciden con periodos de ansiedad, fatiga, la capacidad de concentración o la capacidad para escuchar y, de este modo, sacar conclusiones acerca de la fisiología emocionalde un individuo”.